martes, 16 de octubre de 2012

La Matanza 2012 "Falucho, el negro de San Martín"


Gentileza: Portal de SOLDADOS Digital


 ¡HOLA AMIGOS!


En la Feria del Libro de La Matanza, provincia de Buenos Aires y en el stand de Ediciones Argentinidad tuve la alegría y el honor de presentar mi último libro "Falucho, el negro de San Martín" que, en clave de novela histórica reconstruye la vida del único soldado negro de la historia argentina que tiene monumento, el cual se halla emplazado frente a la Guarnición Buenos Aires, donde tiene su asiento de paz el histórico Regimiento de Infantería 1 "Patricios". 

Fue una gran jornada compartida junto a lectores que adquirieron esta obra y otras obras mías, que se ofrecían en el stand. Renovar el contacto con los lectores es siempre momento de comunicación entre el que escribe y el que lee. Esta novela histórica completa la trilogía iniciada con "El gaucho Rivero y la conspiración para apoderarse de Malvinas" y "Calfucurá, el Atila de las Pampas" editadas por el sello Argentinidad que dirige Juan Francisco de Sousa.









domingo, 1 de julio de 2012

NOTA SOBRE HISTORIETA MALVINERA EN AEROESPACIO

Revista Aeroespacio de la Fuerza Argentina

En el último número de la prestigiosa revista Aeroespacio de la Fuerza Aérea hay un artículo sobre "Malvinas, un grito de soberanía" que Ediciones Argentinidad editó en formato de revista de historietas, la cual se vendió tiempo atrás en los kioskos.
Hay también comentarios de aviadores y familiares de nuestros gloriosos pilotos caidos en la lucha entablada contra el usurpador inglés en el Atlántico Sur. En lo personal, me llena de orgullo haber podido escribir estas historias que reflejan el coraje de nuestros combatientes de aire, mar y tierra y aplaudo cada publicación que difunde esa lucha que, como argentinos nunca debemos olvidar.

viernes, 29 de junio de 2012

UN GIGANTE DE LA HISTORIETA ARGENTINA

Don Carlos Casalla, un señor con todas letras es uno de los gigantes de nuestra historieta nacional. Haber tenido la suerte de conocerlo (lo visité hace años en su estudio de Bariloche) y trabajar junto a él, en la serie Ronstadt  (revista El Tony) y episodios de "Largo" Nolan, amen de haber escrito algunos capitulos de su más legendario personaje, El cabo Savino que apareciera allá por 1954 en el diario La Razón, constituye un honor para mí. 
 
Desde este rincón de la historieta nacional le envío un afectuoso saludo. ¡Vamos, querido maestro! son contados con los dedos de la mano los dibujantes que pintaron la pampa, los fortines y la lucha contra el indio con la calidad de su vigoroso pincel. Vaya mi homenaje, que, seguramente, muchos de los que hemos leído sus maravillosas historietas, seguramente comparten.
 
Sergio Ibáñez, Carlos Casalla, Armando Fernández y Oswal
 

miércoles, 20 de junio de 2012

EN EL DIA DE LA BANDERA

Hoy 20 de junio, los argentinos recordamos a don Manuel Belgrano, periodista, escritor, diplomático, guerrero y patriota de la independencia, quien todo lo ofrendó a la Patria, muriendo en la más absoluta de las miserias.

Belgrano, modelo de ciudadano, valiente, desprendido y generoso como el que más, supo legarnos la bandera que nos distingue ante las demás naciones del mundo. Desde este modesto lugar de la historieta y la cultura nacional vaya mi homenaje para este Padre de la Patria, que, desde la inmortalidad de los grandes, nos iluminó con su ejemplo.

Y junto a uno de nuestros más preclaros argentinos quiero recordar al más humilde de los soldados que prefirió morir antes que renegar de su bandera. Me refiero al cabo Antonio Ruiz, mejor conocido por “Falucho”. Integrante del regimiento “Río de la Plata” que cruzó la cordillera con el Ejército de los Andes, combatió en Chacabuco, Cancha Rayada, Maipú, hizo la campaña del Perú y cayó fusilado en la fortaleza limeña de El Callao. Aquí su imagen, que proyecto como tapa de mi nueva novela histórica, en la cual estoy trabajando y la que, Dios mediante, pronto estará a consideración de los lectores.


 

REPORTAJE EN LA REVISTA SOLDADOS - Junio 2012


Me desempeño periodísticamente en la revista SOLDADOS del Ejército Argentino desde hace más de quince años. Desde su redacción siempre he buscado la noticia, atinente a temas militares y actividades de nuestro Ejército.

Pero en la edición número 189 del mes de junio, me tocó a mí ser la noticia. Efectivamente; en las páginas de la sección Cultura de la citada edición, la periodista Sandra Pien me efectuó un reportaje con motivo de la publicación del libro “Malvinas, historias ilustradas”, de mi autoría, editado por Taeda.
En sus casi doscientas paginas, impresas a todo lujo hay ilustraciones de los maestros Sergio Ibañez, Miguel Castro Rodríguez, Adrián Ruano, Marcelo Basile, Alberto Caliva y Ricardo López Llanos. Todos ellos graficaron diez historias sobre la guerra de Malvinas que tuve el placer y el honor de escribir en ocasión de los 30 años del conflicto del Atlántico Sur.

Si pueden, les recomiendo que lo adquieran, ya que está a la venta en las buenas librerías del país. Les aseguro que no se van a arrepentir, porque es un volumen que no debería faltar en ninguna biblioteca.



EL GAUCHO RIVERO EN HISTORIETA


Hay otro humilde patriota que el 26 de agosto de 1833, junto a siete gauchos e indios se alzó en armas contra la usurpación inglesa en Malvinas. Me refiero al gaucho Antonio Florencio Rivero y tengo el orgullo personal de que hace pocos días, en su edición de junio, la revista DEF, de editorial Taeda publicó un suplemento de veinte páginas a todo color en historieta sobre esos sucesos históricos. 

Las magníficas ilustraciones de esta edición son obra del maestro uruguayo Miguel Castro Rodríguez. Les recomiendo que vayan rápido a su kiosko amigo y la adquieran, pues es una obra para no perdérsela, ya que una vez retirada de circulación, será bastante difícil conseguirla. 

Antonio Florencio Rivero y sus camaradas también supieron defender nuestra bandera en esos territorios insulares. Lucharon y padecieron dando ejemplo del coraje criollo. Y por eso, como a tantos otros héroes que la historia no registra (o apenas registra) no debemos olvidarlos. Como historietista nacional, ese es el humilde homenaje que ofrezco a estos héroes que, desgraciadamente, algunos académicos de nuestra historia han preferido olvidar.  


lunes, 18 de junio de 2012

UN CONCIERTO PARA MALVINAS

En el auditorio "General Belgrano" ubicado en la Avenida Libertador y Virrey Loreto de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tuvo lugar el Concierto ofrecido por el Ejército Argentino llamado: "Cantos al corazón"- Homenaje a los Caídos y Veteranos de Malvinas. 

Allí, la Agrupación Sinfónica del Colegio Militar de la Nación y los coros de la Escuela Superior Técnica y la Escuela Superior de Guerra del Ejército desarrollaron un encunetro musical muy aplaudido por el numeroso público presente. Mención aparte para la solista Silvia Occorso que interpretó una canción sobre el gaucho entrerriano Antonio Florencio Rivero. Se leyeron cartas de combatientes que ofrendaron su vida luchando contra el usurpador inglés (las del Teniente Estévez, Comodoro Falconier y Soldado Conscripto Cao).

Finalmente numerosos veteranos de guerra se hicieron presentes en el escenario ante el cerrado aplauso del público que con su cariño saludó a quienes se batieron en la turba malvinera por la soberanía nacional. La locución estuvo a cargo del VGM Horacio Fórmica y las glosas (tuve el honor de poder colaborar) me correspondieron, trabajando en conjunto con el capitán Diego Gonzalo Cejas, un gran amigo. Fue todo muy emotivo y lo siento como un orgullo personal. 




viernes, 25 de mayo de 2012

EN LA 87.5 FM "SOLDADOS"




Quería contarles que fui invitado por los conductores del programa radial "Malvinas, su historia" que se emite los días jueves en el horario de 18 a 19,30 horas por la 87.5 FM SOLDADOS y está conducido por los señores José Negretti y Esteban Tries, combatientes de nuestras queridas islas Malvinas. Realmente fue muy emotivo para mí, el poder hablar de la producción malvinera que llevo adelante en forma de libros y comics. 

El señor Tries, quien periodicamente da charlas en las escuelas, me propuso que en algún momento pueda llevar mis historietas y dialogar con los chicos sobre lo que significa el haber luchado para que esa parte de nuestro territorio nacional que aún permanece en poder de los usurpadores británicos, nos sea restituída. Desde esta humilde columna de cultura e historieta nacional, vuelvo a renovar mi saludo a todos aquellos que en 1982 batallaron (sin importar la notoria desventaja bélica) por lo que legítimamente nos pertenece a todos nosotros, los argentinos.

jueves, 17 de mayo de 2012

CUENTO: La máscara (c)


CUENTO: La máscara (c)
AUTOR: Armando Fernández

Las gotas de llovizna tamborileaban contra la ventana. Adentro, en la intimidad del pequeño departamento, había calidez y la aromática virtud del café hacía sentir su presencia. Raquel estaba absorta en su trabajo. Pintaba con fruición, dejando que el fino pincel guiado por su mano recorriera los vericuetos de aquella típica máscara del carnaval veneciano que hacía poco había modelado.

-¿Cómo vas?- Preguntó Luisina Bonatti, su entrañable amiga.
-Bien- Raquel se permitió una sonrisa. Tenía una boca hermosa, carnosa y digna de ser besada mil veces. Pero nadie había besado esa boca desde, por lo menos, dos años atrás. Eso, al menos desde el punto de vista de cualquier hombre, era casi un pecado.
-Tengo fe en que esa exposición de máscaras que voy a presentar será un completo éxito- Murmuró Raquel y agregó:- y debo trabajar duro porque en dos semanas me dará esos salones en la galería.
Luisina revolvió el café y puso delicadamente un grupo de ostentosas y fragantes medialunas sobre la bandeja. Sirvió toda en la mesa.
-A tiempo. Me estaba muriendo de hambre- Gruñó Raquel. Se limpió las manos de pintura, se las secó y fue a tomar asiento junto a la mesa. Sobre el ventanal de la buhardilla que le servía como taller de modelado, la llovizna se había vuelto lluvia y ahora crepitaba con furia.
-Vaya, que tarde de perros. Pero me encanta.- Raquel sorbió un trago de café con leche y mordisqueó una medialuna con sus dientes blancos y perfectos. Luisina se había quedado mirándola.
-¿Qué pasa?
Luisina desvió la mirada. Se mordió los labios y acabó dando un resoplido.
-Tengo que decírtelo.
-¿Decirme qué?
-Favio volvió de Italia hace dos días.


Siguió uno de esos silencios que parecen eternos. Silencios que se pueden cortar con el filo de un cuchillo. Uno de esos pavorosos vacíos de sonido. Un rictus apareció en la boca de Raquel. Esa boca perfecta que nadie besaba desde hacía dos años. Quitó lo que restaba de la medialuna de sus labios y la depositó en la fuente, junto a la humeante taza de café.
-¿Ah, sí? ¿Y como lo sabés?

Luisina se sorprendió de la frialdad de su voz. Pero vio sus ojos y también vio el odio, el rencor más absoluto agazapado en ellos. Tuvo un instante de miedo y se maldijo interiormente por haber soltado aquella frase.
“Favio volvió de Italia hace dos días”...

-Te pregunté como lo sabés.
Dos ojos de aguja estaban clavados en ella. De súbito; era como si una extraña y no su mejor amiga, fuera quien la contemplaba. De buena gana hubiera querido levantarse, tomar su abrigo y marcharse. Pero eso, después de todo, no habría sido correcto. Razonó que el amor y el odio son, a veces, dos caras de la misma moneda.

-Me…me lo crucé ayer en un café de la calle Florida.- Balbuceó Luisina con un hilo de voz.
-Ah...
-Me preguntó por vos. Me dijo que quería volver a verte.- Como aliviada, Luisina lanzaba en andanada las palabras.
-¿Verme? ¿Para qué?
-Eso te lo tiene que decir él, no yo. Le dije que estaba loco, que no va s a recibirlo. Pero insistió. Dijo que de todos modos…iba a venir aquí.
-¿Aquí? Vaya con el sinvergüenza…- Una sonrisa divertida y torva asomó en aquellos labios que no habían sido besados en los dos últimos años.
-No se va a atrever, supongo. No te hagas problemas. No vendrá. Después de todo no es más que un cobarde.- Raquel recogió el trozo de medialuna y se la llevó a la boca.
-Raquel…-Comenzó a decir Luisina.
-Dale, se enfría el café y está delicioso.- Raquel sonrió. Luisina volvió a encontrar el rostro afable y hermoso de aquella mujer que la apreciaba como a una verdadera hermana.

Y entonces el timbre de la buhardilla se hizo escuchar.

-¿Quién puede ser a estas horas?- Raquel hizo un gesto de extrañeza.

Luisina se levantó de la silla. Ella sí sabía de quién se trataba, porque Favio Gonzaga le había dicho en aquel café de la calle Florida en que día y hora iría a ver a Raquel. Luisina había dudado de esas palabras, pensando que él finalmente no se atrevería pero cuando abrió la puerta supo que Favio había cumplido su promesa. Estaba allí de cuerpo entero. Elegante, maduro y esbelto. Pero con una fugaz expresión de tristeza en sus ojos.

-Hola, Luisina.- Le dijo mientras le daba un beso en la mejilla. La aludida se ahogó en su propia saliva y no pudo responder.
Raquel se había puesto lentamente de pie y su rostro lucía tan pálido como aquella máscara veneciana, sonriente, siniestra y espectral que estaba pintando.
-Antes de que me eches, dejame hablar, por favor.
-No recuerdo haberte invitado, pero… ya que estás…- La voz de Raquel sonó neutra, nasal.
-Me tengo que ir- Luisina tomó el abrigo del perchero, se lo calzó y desapareció de la tensa escena con la velocidad de un dibujo animado. Ni por todo el oro del mundo se habría quedado ahora en el taller.


-¿Puedo encender un cigarrillo?
-Podés. El cenicero está en el lugar de siempre. ¿Querés café?- Raquel abrió una de las hornallas de la cocina y puso a calentar el oscuro brebaje. Luego le sirvió una taza.
-Tenía que verte. Y me imaginaba de mil modos como sería este momento… después de dos años.
-¿Y cómo iba a ser? ¿Pensaste que me pondría histérica? ¿Qué gritaría o sollozaría? ¿O te recriminaría cosas? No. Eso habría sido darte demasiado valor. Y vos ya no valés nada para mí. Absolutamente nada.
-Mentira.
-Ah, el gran pintor Favio Gonzaga ha vuelto. Italia ha caído rendida a sus pies. Sus telas se cotizan en miles de euros. Gonzaga ha triunfado en toda la línea. Que suenen las trompetas y retumben los clarines.
-No triunfé. Fracasé.
-¿Cómo decís?
-Fracasé. Te perdí a vos. Eso no es un triunfo. Eso es la más miserable de las derrotas.
-Hijo de perra…- Los colores afluyeron violentamente a las mejillas de Raquel-Cochino hijo de perra, mentiroso… me dejaste llorando como una loca, cuando te rogué que no partieras ¿O perdiste la memoria de todo eso?- La voz de ella estaba inflamada de odio y pasión.
-Raquel…
-¿Sabés? Mi defecto es el orgullo. Y cuando me dijiste que te marchabas a probar fortuna a Europa con tus cachivaches, tiré ese orgullo al inodoro, me abracé a tus tobillos y lagrimeé sobre tus zapatos.
-Raquel, por favor, escuchame.
-¡Escuchame vos y escuchame por última vez! ¡Te supliqué esa vez! ¡Y cuando te fuiste, te importó un bledo de mí! ¡Escupí tu nombre, tu recuerdo y tus besos! ¡Tenía el corazón lleno de amor y ahora lo tengo lleno de odio! ¡Es tu culpa, cochino!- Raquel había aferrado un pequeño jarrón y a duras penas contenía las ganas de estrellárselo contra su cabeza.
-Merezco lo que me decís. Pero no me lo merezco todo.
-¿No?- Súbitamente ella se había calmado, aunque rostro continuaba pálido como la espectral máscara veneciana que unos momentos atrás estaba pintando y que desde la mesa de trabajo parecía mirar a la pareja desde los tajos abiertos de sus ojos.
-¿Sabés porque me fui?
-Porque yo no te importaba.
-No. Me fui porque me importabas. Porque eras la mujer de mi vida y tenía que ofrecerte lo mejor, no la triste mediocridad de un artista fracasado que debe pintar retratos de fotos de estúpida gente que sonríe, para poder comer.
-Ah.
-Y si no hubiera triunfado… si esos tontos que están cruzando el océano no hubiesen dicho que tengo talento (ellos los dicen, yo no) no habría vuelto jamás.
Siguió una pausa. Raquel depositó suavemente el pequeño jarrón en la repisa de donde lo había tomado.
-Y no niego que conocí mujeres. Algunas, muy hermosas… y muy estúpidas y muy vacías. Y al recordarte, te deseaba tanto, que me dolía.- Favio dio un paso adelante y ella, instintivamente, uno hacía atrás, quedando acorralada contra la pared.
-Te voy a besar, Raquel. Hace dos años que me muero por hacerlo.
-No.
-Sí.

Súbitamente los labios de él estuvieron sobre los de ella, como un fuego. Raquel quiso resistirse…y no pudo. La sed le brotó en esa boca que no recibía besos desde hacía dos años.

-¡Andate!- Reaccionó, apartándolo de un empellón.
-Raquel… vuelvo a Italia en unos días. Quiero que vengas conmigo. O quiero quedarme aquí. Vos y yo estamos condenados a no poder olvidarnos.
-Fuera de mi casa. Fuera de mi vida.- Silabeó ella, furiosa.

Cuando la puerta se cerró tras el hombre, Raquel se dio el gusto de estrellar el pequeño jarrón contra esa puerta. La pálida y espectral máscara veneciana parecía reírse a carcajadas.


El silencio se había instalado entre ellas como un telón de acero. Luisina no se atrevía a mirarla a la cara. Tres días después de aquellos sucesos, Raquel había tocado el timbre de su departamento y ahora estaba allí, como un fantasma.

-Tengo que hablarte.
-Sí, lo sé.- Murmuró Luisina mientras servía sendas tazas de té. Té en lo de Luisina, café en lo de Raquel. Esa era la costumbre entre ambas amigas.
-No creo en nada de lo que dijo. Nada ¿Entendés? Y no me importa que se marche a Roma o al obligo del mundo, por no decir otra cosa.- Raquel saboreó el té, sentada en el sofá.
-Lo amás. Estás perdida por él. Y él, está perdido por vos.
-Lo odio. Lo aborrezco. Lo había enterrado y tuvo que volver. Maldito sea ¿Por qué tuvo que hacerlo?

Luisina fue a la habitación contigua. Fue y volvió con un montón de cartas.

-Tomá. Leé.
-¿Qué es esto?.
-Seguro vas a reconocer la letra de Favio en esas cartas. Cartas que durante dos años me estuvo enviando. Y no te hablo de las llamadas telefónicas ni los correos electrónicos que me hizo.

Raquel abrió uno a uno los sobres. Era, efectivamente la letra de Favio.
-No me importa ¿Por qué no quemaste esta basura?.
-Porque en estas cartas no cesaba de repetir lo que te amaba, porque todos los meses me preguntaba que era de tu vida, como andabas, si ya había otro, si lo habías olvidado. Me hablaba de sus luchas y de los triunfos que estaba logrando y de lo que iba a ofrecerte cuando volviera… como acaba de hacerlo.
-Y vos, mi amiga, me ocultaste…
-¿Para que rompieras esas cartas? ¿Para que me prohibieras seguir manteniendo contacto con él? ¿Para que muriera el gran amor que tenés en tu vida? No, nena. Esa no soy yo.- Luisina la mira con fijeza, sin desviar la vista.

-¿Y quien me paga por los dos años que sufrí como una estúpida por él?
-Él. ¿Quién otro?

Raquel se puso de pie y comenzó a pasearse nerviosamente por la habitación.

-No. No. No. Favio no puede volver y decirme: "hola, aquí estoy. Te extrañé. Te amo. Seamos felices”.
-Sí, puede. Es lo que ha hecho. Él te dio sus razones al partir. Vos no pudiste o no supiste comprenderlas. Vos tenías tu orgullo. Él también.
-Lo odio. Con toda mi alma.
-No, lo amás.
-¡Lo odio! ¡Lo odio!- Raquel crispó sus puños y estalló en lágrimas de furia y genuino rencor.
-Vos no solo modelás y pintás máscaras. También te las ponés.
-¿Qué decís?
-Ahora te pusiste la máscara del orgullo, la del rencor. La peor de las máscaras. Escondiste el rostro, mejor dicho, el corazón. Tu pobre corazón lastimado.
-No seas melodramática y cursi ¿Querés..?
-Quitate la máscara, Raquel. Quitátela antes de que sea tarde. Él volvió por vos. No volvió por fama y fortuna, que ya las consiguió con su talento y su trabajo. Volvió para devolverte con besos todas esas lágrimas que lloraste durante estos dos últimos años.
-No quiero oírte. ¡No quiero!
-Usá tu celular. Este es el número del hotel donde está parando. Mañana las nueve de la noche abordará un avión y no volverá. No volverá porque cree que ya no lo querés, porque no lo perdonaste.- Luisina le extendió una tarjetita.
-¡Esto es lo que hago con su número!- Raquel rompió la tarjetita en pedazos muy pequeños.

Y se marchó, con el rostro pálido, como la última máscara, la veneciana, que había pintado. Parte de la colección que iba a exponer a la brevedad en una galería de Buenos Aires.
 


Varias veces estiró la mano para llamar a Luisina, disculparse y pedirle el teléfono  y la dirección del hotel en que se alojaba Favio. Y su orgullo se lo impidió. Miró el reloj de péndulo que tenía en su “living” y el reloj marcaba la 11:45 de la noche.

No lo soportó más, desesperada llamó a Luisina.

-¡Soy yo, Raquel!- Comenzó a decir cuando su amiga la atendió.
-El avión se fue hace tres horas, Raquel...

Raquel cortó la comunicación y se largó a llorar como una loca.
La blanca, espectral y cruel máscara veneciana volvió a reír desde las sombras de la buhardilla.


No durmió esa noche. No pudo. Dió mil vueltas en la cama. La cama, que le pareció inmensa y fría como una tumba. Permaneció con los ojos abiertos hasta que las primeras luces del nuevo amanecer se filtraron a través del cortinado de su ventana. Entonces se levantó, calzó la bata y preparó algo de café. Lo bebió de unos tragos, quemándose el paladar. Luego de ello y en un súbito arranque subió a la buhardilla y llegó hasta los estantes, en donde yacía la colección de máscaras que pacientemente había modelado y pintado en los últimos seis meses.

Las miró como si nunca las hubiera visto. Que horribles le parecieron, que inhumanas, que burlonas y crueles. Ya través de las épocas y costumbres los seres humanos habían escondido sus rostro tras esas… cosas.

Entonces, en una arcada de asco y horror comenzó a destrozarlas, a molerlas en pedacitos, golpeándolas con su puño cerrado. A convertirlas en polvo de yeso. Y luego se quedó exhausta, sentada en el suelo, desgreñada y miserable.

-Favio…- Gimió.
El timbre de su casa comenzó a sonar. No se alteró en su abandono. Que el maldito timbre siguiera sonando.
-Favio…- Continuó gimiendo.
Y el timbre seguía sonando.

-Maldito sea… ¿Quién es? ¡¿Qué quiere?!- Gritó. Finalmente, haciendo un esfuerzo prodigioso se incorporó a duras penas, mordiéndose los labios y crispando los puños. El timbre no cesaba de sonar. Fue y abrió con violencia.
Y se quedó azorada, con los ojos azules muy abiertos, brillantes de desconcierto y sorpresa.

-Favio…- Susurró.
-Yo...- Dijo él. Y sonreía. Y había un poco de dolor en esa sonrisa. Había miedo y temor de volver a ser rechazado y de ser infeliz y de muchas otras cosas y todas ellas malas.

-El avión… Luisina dijo que…se fue...
-El avión se fue. Yo no...- Contestó él, esperanzado.

-Pero vos…vos…- Tartamudeaba ella y no encontraba el modo de expresar en palabras todo lo que sentía. Creyó que podría haberse muerto de la emoción en ese momento y no habría importado.

-Creí que no me querías. Que no me perdonabas… pero Luisina me convenció que esperara un día más. Y que viniera nuevamente a buscarte.
-Oh, Dios mío…-Raquel comenzó a sollozar.
Favio la abrazó, la besó en el cuello, la estrujó amorosamente.
-Son las últimas lágrimas que llorás por mí. Te lo juro.

Y la besó en la boca. En esa boca ávida de besos, de lejanía y de muertes del alma. En esa boca poblada de desiertos, de noches y lunas de ausencia.
-Te amo, te amo, te amo...- Gimió ella: -Te amo y no quiero volver a perderte, por favor, otra vez no…no lo resistiría sin volverme definitivamente loca…

Y él siguió cubriéndole la boca con besos y se bebió todas sus lágrimas.
De la colección de máscaras solo quedaba en el piso de la buhardilla polvo de yeso muy fino.


F I N

Nota: Este relato integra el libro "Noche de amantes" (Cuentos románticos argentinos) de Ediciones Argentinidad.

domingo, 13 de mayo de 2012

Un pincel oriental para la historieta argentina





REPORTAJE (*)

Miguel Ángel Castro Rodríguez nació en Montevideo, República Oriental del Uruguay el 24 de marzo de l959. A los catorce años llegó a Buenos Aires con una carpeta bajo el brazo y muchas ilusiones a concretar. En una tarde solariega, en su domicilio de Longchamps, provincia de Buenos Aires, entre mate y mate me relató su historia profesional.



"Tenía quince años cuando llegué a las oficinas de Editorial Columba. Corría el año 1974. Durante tres meses me tomaron pruebas de dibujos y luego me enviaron al estudio Nippur IV que pertenecía a los hermanos Villagrán. Allí me confiaron hacer los dibujos a lápiz de la serie Argón, que por entonces escribía un señor llamado Armando Fernández (risas). Hice este trabajo por dos años. Luego hice varios unitarios siguiendo el estilo de Daniel Haupt y luego me dieron a dibujar Big Norman que por entonces guionaba Ray Collins."

-¿Y que siguió a estos trabajos?


-Otro personaje de Armando Fernández, (risas) Rodwin de las Galias hasta 1984. Luego ilustré Taggart de Ray Collins y más tarde, Colby de Pedro Mazzino para la revista Intervalo. Por esos tiempos elaboré también algunos trabajos para Fierro de Ediciones de La Urraca y lo último que dibujé para Columba fue John Cronos, con guión de Fernández, nuevamente. John Cronos se publicó también en LancioStory, de la Eura italiana, lugar donde actualmente trabajo. Hice además, los cuadernos de Batallas Argentinas para la revista SOLDADOS, el libro de historietas ¡Al grito de Santiago! sobre las invasiones inglesas, ilustraciones para los libros Argies! (guerra de Malvinas) y Secuestro Express (relatos policiales argentinos), editados por Los Cuatro Vientos.

-¿Cuál es tu técnica de trabajo?


-Estudio mucho lo que hago, ángulos, enfoques, todo lo referente a la composición de la página, tratando de perfeccionarme en cada labor. Me ilustro con fotografías, películas, buscando darle a la historia, el clima que debe tener. Uno nunca termina de aprender y eso es lo bueno en este oficio. Desde 1983 a 1986 di clases de dibujo en un conservatorio musical y todas mis experiencias trato de volcarlas en mis alumnos.


-Nombrame tus preferidos como dibujantes y dame una opinión sobre la historieta.


-Hal Foster, sin dudarlo, lo máximo. Fue un gigante de la ilustración Otros extranjeros que admiro son Jordi Bernet y Richard Corben. Y en cuanto a los argentinos, me gustan Salinas y Lito Fernández Y sobre la historieta, opino que es el arte de atrapar al lector con historias soñadas por los guionistas y plasmadas en el dibujo por los profesionales que estamos detrás del tablero. Ese es nuestro trabajo y debemos hacerlo cada día mejor. Y en eso estamos.
 
 
WEB: http://miguelcastrorodriguez.blogspot.com.ar/
 
(*) Este reportaje ya fue publicado en este blog pero a pedido de algunos seguidores, se vuelve a publicar. ¡Gracias!