lunes, 29 de octubre de 2007

La gran historieta policial argentina

El género policial ha sido siempre uno de los más frecuentados en la historieta policial argentina. Hermana menor de la novela policial “negra” (James Handley Chase, James Cain, David Goodis, Mike Spillane, etc) y del cine de gangsters, tanto norteamericanos como franceses, supo atrapar en su versión vernácula de cuadritos a legiones de lectores. Y no es para menos, en lo policial están reflejados, quizas como en ningún otro tema, los conflictos del alma humana. Allí están escenificadas mejor que nunca, la codicia, la lujuria, el crimen, la ambición. Y aquí hablo como lector al recordar aquel Mark Cabot (Ongaro-Vogt) que se publicaba en Rayo Rojo, de editorial Abril, o Cayena (Oesterheld-Haupt) en Hora Cero semanal. Y el no menos famoso Precinto 56 (Ray Collins-José Muñoz) en Misterix y posteriormente- con ilustraciones de Lito Fernández en Skorpio. Más atrás en el tiempo estaba el impagable Vito Nervio, el primer detective argentino (Leonardo Wadell-Cortinas- Breccia) en Patoruzito. Y no quiero dejar de lado a Evaristo, del maestro Solano López y Sampayo. Editorial Columba aportó lo suyo. ¡Y vaya si lo aportó! Comenzando por Victor Vanel, del gran Julio Alvarez Cao y Enio, el entrañable Carbajo, Ganzúa y Cía de Julio Álvarez Cao y Gerardo Canelo, Savarese, de Robin Wood y Mandrafina, Comisario Macaya, de Antonio Rosso y Enio, entre muchos otros.







Mis personajes policiales





Mi padre Baudilio Fernández fue un periodista de la vieja escuela, reconocido como un excelente cronista policial, tanto es así, que llegó a ser jefe de esa sección en el diario Crónica. Recuerdo, de niño haber leído con fruición sus notas sobre los personajes del hampa de aquellos tiempos (Mate Cocido, Di Giovanni, Chicho Grande, Chicho Chico, la mafia rosarina, Bairoletto, Tamayo Gavilán, etc). Desde allí, supongo me quedó el gusto por el género policial. Cuando me tocó plasmarlo en guiones, aparecieron Cazador de Hombres ilustrado por Lito Fernández, Mayra Kelly con dibujos de Falugi y luego Haupt, la adaptación del célebre libro de Henri Charriere, Papillón, que ilustró Pedrazzini, y también FBI, con dibujos de Pascual, El Siciliano, con Furlino, Sin Piedad, con Enio-Vitacca, El hijo del Siciliano, con Ochoa y luego López Llanos y dejo para el final, el personaje al que considero más entrañable para mi gusto.











Shane: tapa de Alfredo De la María, primera y última página del episodio inicial.





Hablo de Shane, ilustrado por Alberto Saichann y luego Alberto Caliva, publicado en D´Artagnan. Shane estaba inspirado en aquel Vengador Anónimo muy bien interpretado por el actor Charles Bronson. Recuerdo que el fallecido Antonio Presa, jefe de arte de la editorial Columba, opinaba que “al lado de Shane, todo lo que publicamos aquí en la editorial parece cuentos para jardines de infantes. Shane es la serie más negra que alguna vez se publicó en esta editorial”, solía decir. En su tiempo fue un completo éxito, mucho tuvo que ver la magistral interpretación que hizo Saichann del personaje y de los seres del submundo que lo rodeaban y que parecían surgidos de una pesadilla. La prueba de lo que digo, es la cantidad de tapas que le encargó la editorial a ese gran artista llamado Alfredo de la María. Desde luego, los grandes títulos policiales de nuestra historieta no se agotan con los que mencioné, pero al menos son un indicativo de lo que fueron aquellas recordadas historietas, donde la ley y el crimen libraban una lucha tan antigua como el mundo.

martes, 23 de octubre de 2007

Reportaje a Lalia, el maestro de los climas terroríficos

Nos encontramos con el dibujante, colega y amigo Horacio Lalia, en la reciente exposición ANIMATE 2007 y nos tocó compartir un panel ante el público donde redacté una página de guión y Horacio la llevó al papel mediante la rápida técnica de un marcador. Este encuentro reavivó viejos recuerdos entre dos que como nosotros, somos, entre otras cosas, hinchas de Racing.



“Contame un poco sobre tu vida profesional, Horacio”, le pedí y Horacio me complació. "Tengo el estudio y escuela de historieta en Ramos Mejía, ciudad donde resido. Mis comienzos artísticos fueron en 1964, desde las páginas de Hora Cero, allí me tocó dibujar un guión que Oesterheld me redactó a mano, en pocos minutos, de su puño y letra. Recuerdo que era una historia ubicada en un nido de ametralladora japonés. Luego hice una unitaria de un submarino norteamericano y creo que ésta no llegó a publicarse. En 1965 hice historietas bélicas para la Fleetway inglesa y en 6l, 66 y 67 trabajé para Editorial Columba con unitarias y adaptaciones. En el periódico La Razón ilustré en sus suplementos del 67 al 71 (Ciencia Viva, Ayer, Hoy y Mañana). En 1966 trabajé para Zig-Zag de Chile y en el 73 llegué a Ediciones Record, allí ilustré unitarias de Robin Wood. También para Bruguera ilustré los relatos del Sargento Kirk. En 1975 Oesterheld creó para Skorpio, el ya célebre Nekrodamus con ilustraciones mías. Esta serie continuó hasta el 78 con guiones de Sacomanno, Trillo y de los Santos. Hice también Lord Jim (78-79) con guiones de Carlos Albiac. Luego, del 80 al 82 llegó la segunda parte de Nekrodamus con guiones de Ray Collins. De 1973 al 2003 trabajé para Eura Editoriale de Italia con historias de cowboys, terror, ciencia ficción, etc. Para Editorial Thalos he publicado El grimorio maldito basado en relatos de H. P. Lovecraft que yo mismo adapté. También para ese mismo sello editorial que dirige Rubén Meriggi publiqué las adaptaciones que Ricardo Ferrari hizo de La Guerra de los Mundos, de H G Wells , Robur, el Conquistador y De la Tierra a la Luna, novelas de Julio Verne. Tengo en mis planes realizar La Isla del Doctor Moreau, de Verne y la Máquina del tiempo de H G Wells.”




"Hablame sobre tu técnica de labor”, le pedí. “Trabajo sobre papel transparente, hago el lápiz y tinta, luego hago fotocopias láser en gramaje de 150 gramos. En realidad, no trabajo directamente desde hace una década sobre papel. En lo personal, soy consciente que mi estilo define los climas propicios relativos a las historias de terror y misterio”.

Y después de esta breve, pero jugosa charla, que seguramente los “fans” que aman nuestra historieta nacional sabrán apreciar, fuimos con este gran artista del comic, al bar de la exposición a brindar por el muto amor que tenemos en común: el glorioso Racing Club.

lunes, 8 de octubre de 2007

El talento de Percy Ochoa

El artista peruano que dibujó gauchos argentinos



Ese gran artista del pincel que es Percy Vladick Ochoa Montufar o Percy Ochoa, para hacerlo más simple, es para los que tenemos el gusto de conocerlo y de haber trabajado con él en la mítica Editorial Columba, todo un hallazgo. Comenzó en “la Palomita” allá por 1988, mostrando la impronta de su talento en los lápices que efectuaba para sus colegas, trabajo que efectuó hasta 1991, momento en que pudo, finalmente entintar sus propios trabajos.




Todo tipo de historietas desarrolló este artista peruano. Aventura, policiales, románticas, etc y a todos esos trabajos los jerarquizó con la calidad profesional de la que está dotado, pese a que, como él mismo dice: “lamentablemente, la premura con muchas veces debía cumplirse con la producción, no permitía el tiempo necesario para lograr todo lo que uno hubiese deseado hacer en el tablero”. Pero en su caso, la innegable calidad se traslucía perfectamente, pese a estos apurones, muy característicos de Columba, y en especial, en el delineado de sus heroínas, ya que es un excelente dibujante de personajes femeninos.


El suyo es un trabajo, fino, delicado, que solo están en condiciones de apreciar cabalmente los “gourmet” de la historieta. Pero detrás de la línea sutil y delicada de su pincel, está también la garra, el trabajo meticuloso, definitorio del que no todos lso que están frente a un tablero de dibujo, son capaces. Y les aseguro, que como guionista y lector he visto muchos dibujantes e ilustradores para afirmar esto. Percy ilustró dos series claves de Columba, Rocky Keegan,de Eugenio Zappietro, para Nippur Magnun y Martín Toro, de Jorge Morahín, en las páginas de El Tony. (Dibujo: Pin up girl)







Me tocó redactar para Percy dos series; una de aventuras, llamada Mercenario, publicada en larevista El Tony y la otra, la segunda parte de El Siciliano, titulada, el Hijo del Siciliano, para D ártagnan, lamentablemente inconclusa por problemas financieros de la editorial. También varias historias románticas unitarias, publicadas en Intervalo, donde brilló su talento. (no es casual que haya incluido en mi nota sobre la “Revista Intervalo y la historieta romántica argentina”, una historieta completa de este maestro peruano, cuyo guión me pertenece). Sin duda me olvido de alguno de los títulos de estas unitarias, pero recuerdo perfectamente tres; Imposible amor de verano (la exhibida en el blog), Perséfone y la primavera y Voces sin rostro. Sin duda, hay otras más, pero ahora no las recuerdo. (Dibujo: Serie Mercenario - Guión Armando Fernández - Dibujos Percy Ochoa - Revista El Tony - Editorial Columba)



Percy dejó de trabajar en Columba en 1996 y de ahí en más trabajó para la Eura Editoriale, aportando su creatividad en el lápiz para los libros de Martin Hell, cuyos titulares son Lito Fernández y Robin Wood. Este maestro peruano no se detiene. Hasta el año pasado elaboró el lápiz de la serie Phantom, de César Spadari, para Suecia y Holanda y actualmente realiza dibujos eróticos para la Editorial yanqui SQP. (Dibujo: Wolverine).






Desde este espacio dedicado a la cultura y la historieta argentina, quiero destacar el invalorable aporte de este maestro llegado de la hermana República del Perú, que hoy reside entre nosotros.
¡Adelante, Percy, que tienes mucho para dar todavía en el arte y la ilustración!


lunes, 1 de octubre de 2007

El cuento del mes: La risa, Virginia Lang (Intervalo, Colección Sentimientos, Cinco minutos de amor y otros cuentos, 1997)

La risa es salud, dicen...

Claro que sí, sino pregúntenlo a los locos que se están riendo todo el día, cuando no lloran. Porque cuando lloran se ponen normales, como cualquier hijo de vecino.

Y generalmente cuando uno está normal no está saludable (o sino debería estar riéndose todo el día).

Pero hay varios tipos de risa.

Están las risas cristalinas, las risas blancas... las risas que festejan una buena y sana broma.

Las risas que estallan, cuando chocan las copas en algún múltiple brindis. Esas risas de felicidad que a veces van mezcladas con lágrimas.

Están las risas irónicas. Ésas que están cargadas de veneno. Las que generalmente nos dedican nuestros enemigos. Porque todos tenemos enemigos, aunque no queramos creerlo. Si hasta la madre Teresa que se pasaba alimentando y confortando a los seres más marginados y miserables de este mundo, tenía detractores. Después de eso... ¿qué no espera a nosotros?

Hay muchos tipos de risas. Algunas muy buenas, otras regulares, otras malas...

Pero yo oí la peor de todas las risas.

La que no quisiera volver a oír...

¿Les cuento? Sí, les cuento...

No me lo puedo guardar para mí sola. No lo soporto...

Espero que me entiendan, cuando termine...

Y seguro van a estar de acuerdo que no les gustaría escuchar ese tipo de risa, tampoco a ustedes...




- ¡Mirá! ¿No te parece maravilloso?

En la voz de Carola Peña, mi mejor amiga, mi hermana del alma (no de la carne, aunque mil veces lo hubiese deseado), tañían las campanas de la cercana boda.

En verdad su vestido de novia era hermoso, no voy a discutirlo. Pero no era el vestido, en realidad. Era ella. Brillaba, resplandecía. Sus ojos reían, su boca reía. Su alma reía. En siete días sería la señora de Daniel Rovira a quien yo, muy seriamente le había jurado odio eterno si llegaba a hacerla desdichada.

Era una broma, claro. Daniel era el tipo más bueno que yo hubiera conocido. El más gentil, el más cariñoso. Mi Dios, qué hermoso varón era. Apuesto, elegante.

Con traviesos ojos negros que a más de una le hacían "hacerse la película" con él.

Pero créanme, no había problemas. Daniel había caído fulminado, flechado, acribillado ante Carola cuando yo misma los presenté en una reunión que hice en mi casa.

Dos años de esto. Y qué rápido habían pasado.

Si he tenido celos de alguien, fue de ellos, de cómo se amaban. Bastaba verles las miradas que a veces se cruzaban. "Sos mío", decía la mirada de ella.

"Me pertenecés", fulguraba la mirada de él.

En el fuego de su amor, de su pasión, iban a consumirse. Habían trabajado duro. Daniel, codo a codo con su padre, en la empresa constructora propiedad de éste. Carola, en su puesto de secretaria ejecutiva en una importante inmobiliaria.

Era pura magia escuchar la risa de Carola, porque en esa risa tintineaba el cascabel de la suprema alegría.




-El teléfono... Atendé por favor, Esther...

Dejé a un lado la cafetera que tenía en la mano, salí de la cocina del departamento, el nido de amor en que ambos iban a refugiarse después que volvieran de la luna de miel.

El teléfono seguía sonando.

Sonaba de un modo extraño, horrible. Chillón. Un modo inusual, se me antojó.

-Hola... -dije.

-¿La señorita Peña? -reconocí la voz de Sofía, la secretaria del padre de Daniel.

Tenía la voz tensa, como un cordel estirado al máximo, a punto de cortarse.

-Está ocupada... -Era cierto. En la otra habitación Carola estaba quitándose el vestido de novia que se había puesto para mostrarme un rato antes...

-¿Pasó algo? -pregunté.

Me contestó un instante de silencio. Después oí la respiración agitada de mi interlocutora del otro lado de la línea.

-¿Sofía...? -volví a preguntar.

-Se trata de... del hijo del señor Rovira...

-¿Daniel? ¿Qué pasa?

-Tuvo un accidente... en la ruta...

-¿Q... qué...?

-Está muerto... -dijo Sofía con un hilo de voz.

Yo me quedé de hielo. Aturdida con el auricular en la mano. Atónita.

-¿Quién es...?

Carola había salido de la habitación, en pantalón y blusa y me miraba. Sonreía. Sus ojos, su boca. Todavía sonreía.

Lentamente dejó de sonreír al mirar mis pupilas.

Al descubrir la expresión de mi rostro.

-¿Qué pasa, Esther?

Yo quería hablar pero no podía. Mi cerebro no coordinaba. Mi cuerpo estaba como desarticulado.

-¿Qué pasa? -volvió a preguntar. Como yo no contesté, tomó el teléfono. Pero ya habían cortado. Puso el auricular en su sitio y me miró.

-Por favor... decime qué pasa... -me clavó las manos en los hombros.

Y yo trataba de hablar, de decirle... aquello.


El olor de las flores marchitas emponzoñaba el ambiente. La gente iba y venía como sombras. Todos se persignaban ante el lustroso ataúd.

Daniel parecía dormir. Hermoso, esbelto, varonil.

Era como si en cualquier momento fuera a despertar. Como si sus traviesos ojos negros fueran a abrirse, como si de su boca comenzara a despegar una sonrisa.

Entonces la vi acercarse. Despacio. Extrañamente bella, casi como una novia que va al encuentro de su amado, que la espera en el atrio.

Extendió su mano y acarició las mejillas del que dormía ese sueño que todos dormiremos un día. Un sueño de disolución material mientras el alma se abre paso hacia la eternidad...

No lloraba, ya no tenía una sola lágrima más.

Y entonces vi cómo sus labios se desplegaban en una tibia sonrisa. No me alarmé al princpio. Una sonrisa triste, pensé.

Pero la sonrisa se hizo risa.

Y vi las caras de los demás. Vi las expresiones de sorpresa.

Carola reía.

Y era una risa que no era risa. Era una risa que era llanto y era mil cosas más y todas feas, horribles como la más horribles de las noches, como la más angustiosa de las pesadillas.

Seguía riendo, casi a carcajadas cuando la sacaron del lustroso salón.




Todavía ríe. A intervalos.

Cuando para de reír se queda quieta, con la mirada muy fija en un punto cualquiera del techo. Un punto que sólo existe para ella. Seguramente ve algo que los demás no podemos ver.

Algo se rompió en su mente. Algo se rompió en su alma.

Algo se rompió en su corazón. Algo la dejó así, como luce ahora, como un triste títere de hilos cortados.

Carola se fue. Y temo que nunca volverá.

Igual que Daniel.

La diferencia es que Carola (o el ente, como la llamamos los que la visitamos en el neuropsiquiátrico), ríe.

No siempre ríe, claro. Ya les dije que tiene largos períodos de silencio.

Pero cuando ríe... Oh Dios mío... cuando ríe hasta que se le saltan las lágrimas, yo siento que el universo es un caos que gira ciegamente, un caos negro, oscuro y convulso donde no hay nada seguro a qué aferrarse.

¿Me creen ahora cuando les digo que yo escuché la peor de la risas?

¿Me creen cuando digo que tampoco a ustedes les gustaría escuchar ese tipo de risa?

Y aquí estoy, acariciando los cabellos de Carola, hablándole, sabiendo que no me entiende, que no me escucha.

Porque Carola se marchó de este cuerpo. Lo dejó como una cáscara vacía, reseca, sin jugo, podrida.

Sólo dejó su risa. No, no puede ser su risa, ahora que lo pienso.

No sé qué es este sonido, pero daría lo que no tengo por no volver a escucharlo.