jueves, 28 de junio de 2007

Biografía: Fernández y Fernández pusieron en acción al Capitán Siglos

Como ya he dicho alguna otra vez, publiqué mi primer trabajo profesional a la edad de catorce años, pero alrededor de los dieciséis me tocó dar vida a mi primer personaje de historietas, y no me refiero a héroes de la editorial Columba, ya que antes de ello transité por otras editoriales más pequeñas. Estas fueron, las de Casco de Acero, las de X-9 y Bala de Plata de Nómina Editora y Maverick que por aquel entonces editaba el gran dibujante Leandro Sesarego. Allí fue, precisamente donde pude desarrollar mi primer personaje de historietas. Y fue de ciencia ficción, nomás. Se llamaba Capitán Siglos, quien acompañado por un alienígena llamado Ultra moraban en una estación especial y vivían extrañas y peligrosas aventuras y lo ilustraba otro muchachito de la época, Angel “Lito” Fernández, más tarde consagrado como un grande de la historieta nacional e internacional. Luego nos volvimos a encontrar con Lito en Columba y aparte de muchas “sueltas” me tocó redactar para él, Cazador de Hombres, Halcón Negro, El Hombre que cambió su mente, No me pidas perdón, El habitante de las Tinieblas, Bonnie, Los amantes de la eternidad (estas cuatro últimas series para la revista Intervalo) entre otras más. Fue un debut espectacular, al lado de un futuro maestro de la tinta china y un buen amigo, con quien siempre intercambiamos abrazos y saludos cada vez que nos cruzamos en la calle o nos encontramos en alguna exposición de historietas.

Tapa revista Maverick, primera página de un episodio de Capitán Siglos. Cena del Día del Dibujante, de izquierda a derecha en sentido horario, Carlos Albiac, Julio Schiaffino, Armando Fernández, Juan Zanotto, Eugenio Zoppi, Néstor Olivera y Lito Fernández.

Historia de la historieta: Misterix

Misterix, la gran revista de aventuras.

Recuerdo que el primer impacto de mi vida como lector de historietas fue leer la revista Misterix de Editorial Abril. He leído después de ella muchas buenas revistas, pero ninguna dejó en mi memoria un recuerdo tan poderoso. Allí desembarcaron los grandes maestros italianos traídos por el editor Cesare Civita. Paul Campani dio vida al “Hombre Atómico”, (más tarde dibujado por el gran Eugenio Zoppi, junto al cual en Columba desarrollamos la serie Manhattan Force), quien provisto de su traje a pruebas de balas y su pila atómica, secundado por el fiel gigante Quirón, su esposa Jolly y el inspector Burns enfrentaban a los más expertos y extraños criminales. Y a su lado, Jim Toro, Amok, La Pantera Rubia, y más tarde esos tres gigantes llamados Bull Rockett (también de Campani y luego redactado por el gran Héctor G. Oesterheld y dibujado por Solano López) y el Sargento Kirk, (de HGO y el gran Hugo Pratt). Y la gran historieta “fortinera”: Fuerte Argentino, con guión del maestro Julio Almada (Julio Aníbal Portas) y Walter Ciocca. En épocas más cercanas llegarían Joe Gatillo (Ray Collins y Carlos Vogt), El Implacable, (de Ongaro y Vogt) y como frutilla del postre y cuando Misterix ya no pertenecía a Editorial Abril sino a Editorial Yago, llegarían Precinto 56 del maestro Ray Collins y José Muñoz (más tarde ilustrada por Angel “Lito” Fernández para Skorpio) y finalmente nada menos que Mort Cinder, de HGO y Alberto Breccia, para muchos fanáticos ( y entre los que me cuento) la más grande y subliminal historierta jamás realizada en este país. Todo eso y mucho más fue Misterix, una revista simplemente inolvidable.

Primera etapa de Misterix en el ejemplar Nº 70 de 1950 y el Nº 538 de 1959. Pura emoción y aventura.

La noticia del mes: Recreación del Combate de Punta Quebracho en Santa Fe

A 161 años del Combate de Punta Quebracho

El 5 de junio de 1846 una flota anglo francesa que navegaba sin más razones que la fuerza de sus cañones por el río Paraná fue atacada por la artillería comandada por el general Lucio Mansilla. Ubicados estratégicamente en las alturas de las barrancas del río el cañoneo argentino causó severas bajas a los navíos invasores. Enviado por la Revista SOLDADOS, el periodista Armando Fernández cubrió los actos conmemorativos organizados por la municipalidad de Puerto General San Martín en la provincia de Santa Fe, Argentina. Tremolaron las rojas banderas federales agitadas por jinetes de agrupaciones gauchas y el estampido del cañón perteneciente al Batallón de Arsenales 603, de la localidad de Fray Luis Beltrán, se dejó oír, como saludando a aquellos antiguos artilleros que hace ciento sesenta y un años supieron defender con gloria la soberanía nacional.


Gentileza Revista SOLDADOS Nº 135, Junio 2007, Ejército Argentino

domingo, 10 de junio de 2007

El cuento del mes: Cinco minutos de amor, Virginia Lang (Revista Intervalo, Colección Sentimientos, Cinco minutos de amor y otros cuentos, Enero 1997)

Las mujeres venimos en todos los tipos y todos los tamaños. Tenemos variados colores de piel y de cabello. Somos altas y bajas, gordas y flacas. De busto generoso o chatas como tablas de náufrago. Es como sino perteneciéramos a la misma especie debido a la varidad que hay.

Somos inteligentes o tontas, valientes o cobardes, ingenuas o avivadas. Temperamentales o timoratas. En fin, la lista sobre lo que somos podría llenar varias enciclopedias.

Sólo nuestro sexo nos une, nos hermana.

Y verdaderamente lo que entimos cuando nos enamoramos de un hombre es lo que nos iguala.

Cuando nos metemos con patas y todo, como decía la malhablada de mi abuela.

Cuando nos convertimos en esclavas del amor.

A todas nos pasa o nos pasó alguna vez. A la que no le pasó, buena, a ésa le falta algo; no sé si bueno o malo, pero le falta algo.

La que no contó las horas esperando ver al que la tiene loca, la que no creó mil monstruos de celos en su mente preguntándose por qué "él" tardaba en aparecer, la que no lo cubrió de besos (y reproches) cuando lo estrechó contra sí.

A ésa le falta algo.

A ésa que no vivió (aunque no fuera por más de cinco minutos) un gran amor, el gran amor de su vida, aunque luego ese amor se hciera humo, como el genio de la lámpara de Aladino esfumándose después de cumplir los tres deseos.

A ésa le falta algo. Siempre le va a faltar. Siempre va a sentir un hueco en su vida.

Un hueco pequeño y grande a la vez.

A ésa que no la miraron y se la comieron a besos, a ésa que no la miraron y la hicieron sentir (aunque no fuera por más de cinco minutos) el centro del Universo.

A ésa siempre le va a faltar algo. Aunque lo niegue y lo oculte tras una sonrisa triste y cambie de tema.

Y a muchas, ese gran amor les falta porque no se atrevieron a vivirlo de pura cobardía nomás, como volvía a decir la malhablada de mi querida abuela.

Yo soy una mujer, una de tantas y aquí estoy, saliendo del ascensor y sacando una llave de mi cartera. Sintiendo que se me seca la lengua.

Es la tercera vez que me detengo frente a la puerta del departamento de Ramiro.

Que hago girar la llave en la cerradura. Que entro despacio, como una ladrona y enciendo la luz y me quedo quieta, muy quieta. Como una niña que teme ser sorprendida y castigada.

Estoy en silencio oyendo los ruidos lejanos de la calle aquí en el piso doce.

Casi en puntas de pie me acerco a la ventana y veo las primeras luces de la calle que comienzan a encenderse. También el parque se ilumina. Será una tibia noche veraniega. La última y auténtica noche de amor que voy a tener en mi vida. Lo sé. No me pregunten cómo es que lo sé, pero lo sé. Y basta para mí.

- Paula...

La voz hace que me vuelva despacio. Él está allí, bastante sorprendido de verme.

- No creí que después de lo que pasó el miércoles... ibas a volver... -agrega.

- Te quiero, Ramiro. Me causaste un dolor pero yo sabía que iba a ser así... yo lo sabía... ¿entendés? -le digo todo esto mientras lo estrecho contra mí y apoyo mi cabeza en su pecho. Oigo latir su corazón desbocado.

Me place que eso suceda, me place que el perfume de mi piel lo descontrole.

- Paula, yo te quiero explicar...

- No tenés nada que explicarme... ya lo sé todo. No soy de las que se engañan... sabía que iba a suceder... y sucedió. Sabía que no tenía que enamorarme de vos... y también sucedió, no tenía que hacerle caso a mi corazón... pero no pude.

Juego con su cabello, se lo desordeno.

- Paula...

Lo beso en la boca, primero suave, después la suavidad se vuelve lujuria y quisiera morderlo y devorarlo. Quisiera pegarle una patada en el trasero a la vida, pero la vida se ríe. La vida que se ha dignado concederme ese momento, esta noche que se viene sobre Buenos Aires.

Y yo voy a aprovechar este momento. Lo voy a robar para mí, si es necesario.

Lo voy a guardar en un cofre inviolable dentro de mis recuerdos y cuando me sienta triste, sola y abandonada como una gata voy a abrir ese cofre y saborearé este beso. Este beso será siempre mío. Hasta que cierre los ojos y vaya a tocar el arpa allá arriba donde ya no tendré las urgencias de la carne, del deseo ni el hastío de la soledad...

- Escuchame, yo...

- Dame esta noche, Ramiro. Dámela toda para mí, con sus horas, sus minutos y sus segundos. Déjame sentir la mujer más bella del mundo, la más amada, la más codiciada, la más exquisita...

Ojalá que no vea las lágrimas que me están brillando en los ojos.

Ojalá que no tenga lástima de mí. Porque si la tiene no va a ser amor sino piedad lo que podrá ofrecerme. Y de esa mercadería tengo mucha en mi alma.

- Siempre vas a ser la mujer de mi vida, Paula...

- No te burlés... por favor, no te burlés...

- No, no me burlo. Si algo que jamás haría es eso. Burlarme... Yo... yo te dije la verdad. Que tenía novia, cuando nos conocimos...

- Y yo no quise saber sobre ella, ni como era ni nada de nada. No, no me engañaste. Quedate tranquilo. Sólo que cuando te vi en aquella confitería con ella, por accidente, supe que todo terminaba...

- No quiero que termine... no quiero, Paula... -me suplica.

Y como un loco se pone a desabrocharme el vestido. Hambriento de mí.

Como una loca lo beso en el cuello, muerdo su oreja. Me levanta en vilo y medio desnuda me lleva para su cama. Esa cama donde estuve ya dos veces.

Ésta será la tercera, la vencida.

Terminó la fiesta, Paula. Terminaron las ilusiones. Esta fruta no es para vos.

Lo va a llevar otra, espero que lo merezca por lo menos. Siempre deseamos lo mejor a quienes amamos de verdad. Y yo amo a Ramiro.

Es el amor de mi vida. Pero lo encontré tarde. Muy tarde...

Apenas pude darle unos mordiscos a la fruta generosa de su hombría juvenil.

Oh, esta noche va a correr como un relámpago.

Cada minuto, cada segundo cuenta. Y no lo voy a perder. Mañana tendré tiempo para sentirme como una desvergonzada, como una cualquiera. Mañana me lamentaré y lloraré a moco tendido por los rincones.

Mañana. Pero no esta noche.

Esta noche es mía, por Dios.

- Paula...

- Me tengo que ir, Ramiro. Lo sabés bien... -le digo mientras termino de abrocharme el vestido.

- ¿Por qué?

- Porque debe ser así... -murmuro-. Le robé algo a alguien, a tu novia, creo... pero la vida me robó muchas cosas más a mí.

- No, no te vayás. No te voy a dejar ir, si no me prometés que vas a volver...

Ramiro está como un chico desesperado.

- Tengo cuarenta años, Ramiro... y vos tenés veinticinco...

- ¿Qué me importa? Sos la mujer más hermosa del mundo...

- ¿Con la luz apagada y todo el hambre de la carne en una noche por delante...? Gracias por decirlo.

- Paula...

- Soy muy vieja para vos, Ramiro. Vieja, ¿entendés? ¿Te creés que no me he insultado a mí misma al mirarme al espejo? Sólo tengo mi trabajo y una gata que maúlla de hambre cuando tardo de más en volver a mi departamento… Ésa es la realidad.

Baja la vista. Mi hombrecito, mi muy querido. Tal vez yo lo consolidé como varón en estas noches que tuvimos. Qué orgullo, Paula. Qué hermoso.

- ¿Nunca más, entonces…?

- No, nunca más. Si tu novia descubriera que te acostás con una vieja como yo, quién sabe lo que pasaría entre ustedes. Y vos te vas a casar con ella, lo sé.

- Paula… -balbucea y no encuentra palabras.

- Chau, Ramiro. Cuidate mucho y no cometas el pecado de no ser feliz.

Lo beso en la mejilla, suave. La pasión de la carne se ha apagado después de toda una noche como la que disfrutamos.

- Paula, esperá… -me alcanza a decir.

Cierro la puerta tras mío y me voy rápido. Sabiendo que jamás voy a volver…

Está amaneciendo y yo camino por las calles vacías de gente. Claro, es domingo…

Los domingos por la mañana son los días más solitarios del mundo, siento como si la ciudad estuviese desierta.

Bueno, vacía, no. Hay un anciano paseando a su perrito en la plaza.

¿De qué me voy a quejar ahora? De nada.

He vivido el gran amor de mi vida. Por un ratito, por cinco minutos, si se quiere.

Ya no estoy incompleta. Ya no me falta nada. Voy a poder entender a alguna compañera más joven en la oficina cuando me cuente sus cuitas sentimentales, por ejemplo.

Voy a poder destapar mi cofre de recuerdos y revivir el sabor de aquel beso de un Ramiro joven y viril que me amó con pasión y locura.

Y cuando tenga esos momentos, sabré que no viví en vano.

Que mi vida no fue sólo una sucesión de momentos vacíos.

Que hubo tres maravillosas noches.

¡Oh, gloriosos cinco minutos!

Cinco minutos que justifican todo el tiempo muerto restante.

Es más de lo que infinidad de mujeres van a gozar y tener en su perra vida.

Mucho, muchísimo más…

¡Qué solitarios son los domingos por la mañana temprano en esta bendita Buenos Aires…!

jueves, 7 de junio de 2007

El reportaje del mes: Alberto César Salinas

Es mejor comenzar esta nota explicando que un "Yellow Kid" (Pibe amarillo) es una preciada estatuilla equivalente al "Oscar" en la historieta y luego aclarar que, desde que fue instituida hace muchos años, pocos artistas argentinos la ganaron. Exactamente cinco, y Alberto Salinas es uno de esos pocos. Cuando aquel 15 de noviembre de 1997 en el anfiteatro del predio ferial de Roma recibió la mencionada estatuilla de manos del ministro de Cultura y Educación de Italia, la emoción del instante lo desbordó y apenas pudo terminar las improvisadas palabras de agradecimiento. Es que estaba recordando a su padre, el legendario y fallecido dibujante y pintor José Luis Salinas porque, simplemente veintidós años después lograba repetir la hazaña de ganar el mismo premio obtenido por su progenitor. No todos tienen dos "Yellow Kid" en la familia...


Alberto César Salinas, porteño, 66 años, casado, tres hijos, ocho nietos, recibe a SOLDADOS en su casa solariega del barrio de Palermo, a un tiro de piedra de los cuarteles del Regimiento 1 de Patricios.



Su vida, como la de su padre, estuvo marcada por el dibujo pero de una manera tan singularmente relacionada con el ambiente militar que él mismo nos explica por qué:


"Mi padre era un apasionado de los uniformes militares de todas las épocas. Su detallismo y minuciosidad se plasmó en infinidad de ilustraciones y me trasmitió esa misma pasión. La gran mayoría de sus trabajos está ahora en el Archivo General de la Nación, además llegó a poseer una colección de treinta mil soldaditos de plomo, muchos de ellos diseñados y moldeados por él mismo..." nos dice.

Alberto Salinas fue un voraz lector de cuanta novela de aventuras se le pusiera a tiro (Salgari, Verne, etc.) y a los 18 años debutó en la historieta con "Capiango" publicada en la revista Patoruzito, guionada por el escritor Manuel Peyrou. Se trataba de un caballero salteño de los tiempos de Güemes, estilo El Zorro, que emprendía una lucha personal contra los realistas que por ese entonces dominaban nuestra tierra.


Salinas hizo el servicio militar en el Regimiento 1 de Patricios para luego pasar al distrito militar Buenos Aires en la calle Defensa en calidad de oficinista. Al rememorar aquellas épocas recuerda que sus superiores lo tenían loco pidiéndole que dibujara Capiango "que por entonces era muy popular...".


A fines del '53 entró a trabajar en Editorial Columba y le tocó ilustrar las grandes novelas de romance y aventura. Era el benjamín del staff y se codeaba con maestros de la talla de Arturo del Castillo, Enrique Rapela y Hugo D'Adderio. Ya en 1960 conoció a Hugo Pratt, posteriormente legendario creador del "Corto Maltés" quien al ver su labor le pidió unas muestras de dibujos para enviar a Europa. Como resultado de esto viajó ese mismo año a Londres comenzando a trabajar para la editorial Fleetway. Entre la nutrida labor ejecutada allí recuerda a "Moira, la esclava de Roma", ambientada en los tiempos de Julio César. También para la radio y telvisión francesa dibujó "Tierry Le Fronde", un personaje tipo Robin Hood que tenía su propia serie televisiva. Pero la relación laboral con los ingleses se cortó por su propia decisión en 1982 durante la guerra de las Malvinas. Salinas lo explica con sencillez: "Tenía dos hijos que estaban revistando en el Ejército: Hernán Alejandro, que a los 23 años, con prórroga había completado sus estudios de arquitectura y egresó como teniente de reserva y José Luis que, como conscripto, hizo la colimba en el Estado Mayor. Con el país en guerra dejé de trabajar para los británicos y debo aclarar que ganaba muy bien pero no me importó. Se dice que los artistas, al ser internacionales, no tiene patria pero yo me sentí siempre argentino hasta la médula y como tal procedí...".


Su labor no se agota en la historieta ya que hizo numerosos trabajos publicitarios, evoca especialmente "La historia del transporte en la Argentina, desde la carreta hasta lo último que había en vehículos en aquellos días..." para la empresa Deutz.


También supo transmitir su saber gráfico de 1984 a 1998 en la escuela de dibujo de Garaycochea y ya hay jóvenes discípulos que siguen su huella. Nuevamente dibujando para nuestro país creó "Los Voortrekkers", una historia de colonos holandeses antes de la guerra anglo-bóer en África, "Legión Extranjera" y "Rurik el vikingo" para Editorial Record.


Al regresar a Columba en 1983 lo estaba esperando "Dago", creación guionística de Robin Wood. Sería este personaje que lo catapultaría hasta las cimas del ya mencionado "Yellow Kid".


"Dago", ubicada en los tiempos de esplendor y poderío del imperio otomano tiene una rigurosa, ajustada y soberbia reconstrucción de época debida al talento de Salinas. Se ha publicado en toda Latinoamérica, Europa... y Turquía. En la ya mencionada exposición de Roma se lucieron más de ciento veinte páginas originales de esta espléndida saga.


Alberto Salinas, al igual que su padre, también es pintor y su placer es plasmar la anatomía del caballo y las escenas de nuestro campo. Nos vamos, dejándolo en la creativa soledad de su atelier desde donde, munido de su mágico pincel y para regocijo de los lectores sigue empeñado en la creación de nuevos mundos de peligro y aventura. Mundos que, desde luego, todos esperamos seguir disfrutando por muchos años más.


Gentileza Revista SOLDADOS, Año IV Nº 47, Octubre 1999.

La noticia del mes: Expohistorieta Malvinas 25 años “Sentir la Patria”

Durante los días 25, 26,27 y 28 del pasado mes de mayo tuvo lugar en el Campo de Polo de Palermo la Muestra de Puertas Abiertas del Ejército Argentino. Grandes y chicos pudieron disfrutar de la mega exposición de material militar y demostraciones de combate.

En el Stand de la Fundación Soldados, el guionista Armando Fernández ofreció una muestra de historietas, que consistió en páginas a todo color ilustradas por Francisco Solano López (dibujante de El Eternauta), Sergio Ibáñez, Miguel Castro Rodríguez, Daniel Haupt y Néstor Olivera, entre otros artistas del pincel y la tinta china. Asimismo pudieron apreciarse trabajos sobre la Defensa de Buenos Aires (Segunda Invasión Inglesa de 1807), episodios de la Guerra de las Malvinas (Infantería, Aviación de Ejército, Artillería, Comandos, Sanidad Militar, etc.) y el rubro denominado Batallas Argentinas con episodios como el Combate de San Lorenzo, Curupaytí, la Guerra Gaucha de Güemes, y la batalla de Tucumán.

La muestra atrajo la atención de grandes y chicos y se repartieron más de un millar de ejemplares de los “Cuadernos” de historietas de la Revista SOLDADOS, entre delegaciones escolares y público en general. Algunos colaboradores de la muestra como el colorista Mario Schiraldi fueron reporteados por FM Soldados y el artista explicó detalles de su trabajo para una audiencia siempre atenta a estos temas. Todo un éxito.